Adiós WordPress

Como las cuentas gratuitas WordPress no dan mucho juego para la edición de los post he decidido migrar (es un decir) a Blogger. 

Esta es la nueva dirección de K

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Es posible

En los reinos de taifas

La operación Tótem ha desembarcado con fuerza en la Región de Murcia para recordarnos a todos, ciudadanos, cargos públicos, corruptos y corruptores que el Estado de Derecho siempre prevalece y que antes o después, el que la hace la paga, inexorablemente. Totana es el primer escalafón de probables y sucesivas intervenciones en los consistorios murcianos en aras de perseguir delitos urbanísticos que florecieron en su mayoría al albur del Aznarismo económico, recordemos, cuando las Fiscalías Anticorrupción fueron eliminadas por falta de presupuesto. Ahora la situación es distinta, con un gobierno comprometido con la lucha contra el fraude y la corrupción, enviando unidades especiales de la Guardia Civil y aumentando la nónima de Fiscales por toda España. La Región de Murcia, donde un tercio de los alcaldes del PP está imputado, dará mucho que hablar en el futuro y no precisamente por sus hortalizas y sus playas. La Justicia es lenta pero llega, vaya si llega.

Lo de Totana por tener tiene hasta tintes de telenovela, con amantes brasileñas y ex-mujeres pringadas, monsieur le diputé acorralado, el alcalde que horas antes salía en pleno a decir que el ayuntamiento no tenía nada que ver, el jefe de la Poli Local, la secretaria municipal, empresarios, intermediarios, cajas fuertes, maletines, en fin, que no nos podemos quejar, la cosa está y estará entretenida. Esto recuerda mucho a Marbella, no me digan que no. Mientras tanto, el diputado regional se esconde en su escaño, agazapado, temeroso, protegido por el padre nuestro Valcárcel Siso. Pero éste, Siso, tiene el panorama tan negro que no sabe si girar a izquierda o a derecha, hasta el punto de que salta a la palestra anunciando un disparate jurídico de desternillantes intenciones, el PP se presentará en cada caso abierto, no se sabe con qué intención, serán cosas de los nervios. Hoy tartamudeaba ante los micrófonos y se remitía a una nota de prensa malintencionada que trataba de despistar al personal. Se inventan la figura legal de «retenido» para tratar de engañar a los murcianos cuando la realidad es que está «detenido». Bochornosa ha sido la conexión de la 7, un TV autonómica que también dará incontables disgustos. Nos toman, encima, por gilipollas.

No puede ya este presidente sacar pecho sobre diligencias archivadas ni hacernos creer que esto es una trama política contra el Partido Popular. Los ciudadanos deben ser implacables con los discursos baratos y barriobajeros de quienes quieren eludir las responsabilidades políticas que se derivan de contundentes actuaciones judiciales como esta. Porque el ex-alcalde de Totana es diputado por obra y gracia de Valcárcel y el Partido Popular, porque el presidente ha avalado en manifestaciones públicas (hace un año) el urbanismo de Totana cuando las primeras denuncias entraban en los juzgados. Para empezar el Grupo Popular en la Asamblea debe expulsar y cesar al señor Morales para que se pueda someter a la Justicia como cualquier ciudadano. Cada hora que pase sin que este extremo se haga efectivo supone la confirmación de que el PP trata de proteger a un supuesto corrupto de las investigaciones judiciales en clara obstrucción de la Justicia, lo que nos llevaría a preguntarnos: ¿por qué?

Los por qués pueden ser el objeto de investigación inmediata, no lo descarten. Esto de Totana dará que hablar y no se quedará en una cuestión municipal, hay conexiones y hay más agujas en el pajar, más de uno saldrá escaldado y por eso, de momento, se mantienen unidos en bloque. Se suma así un caso más en la maraña generalizada que ha azotado estos años la Región de Murcia con el beneplácito por omisión de una ciudadanía entretenida en manifestaciones torticeras y eslóganes partidistas pagados con dinero público. Se deben depurar responsabilidades penales y políticas, pero no olviden nuestra responsabilidad civil si a partir de ahora los ciudadanos vuelven a refrendar las prácticas de nuestra clase política gobernante. Esta gente tiene poder porque nosotros se lo hemos dado. Reflexionen.

Vienen curvas porque los nervios están a flor de piel. Verán a los fariseos salir a clamar contra la injusta Justicia que solo persigue alcaldes del Partido Popular mientras la ETA está en la calle. Dirán que esto es obra de Bermejo, como si la investigación hubiese empezado hace dos semanas cuando se conoció la candidatura del ministro. Los reconoceréis por sus obras y sus enormes bocas malolientes, prestas a poner en duda el Estado de Derecho imputando a jueces la labor de mamporreros oficiales de Zapatero. Hablarán de la mujer del Fiscal, de que se entra en consistorios populares y no socialistas, que tal o cual juez tiene estos u otros intereses. Pero les recordaremos que el Estado de Derecho funciona, que un juez es imparcial e independiente, que la Policía y la Guardia Civil no puede actuar sin pruebas concluyentes. Quien ose defender lo indefendible será entonces cómplice y encubridor moral de los delitos. Que nadie lo olvide.

En el probable caso de que estas manifestaciones se produjesen la sociedad murciana y los colectivos sociales (incluidos los sindicatos) deberían plantear una movilización masiva para exigir responsabilidades políticas y respeto por la Justicia. Hay que abrir de una vez los ojos queridos murcianos antes de que un rosario de condenas impacte en sus conciencias. Piensen en los marbellís y acertarán. Ellos también estaban ciegos al olor del dinero negro y las migajas que dejaban los grandes capos del ladrillo. Lo peor de todo, nuestra imagen como región ante nuestros vecinos españoles. Con qué cara pedimos agua si amparamos y defendemos a los corruptos. Careceríamos de toda la credibilidad. Hay que dignificar la vida pública de esta Región con una regeneración profunda de nuestras instituciones, caiga quien caiga.

Se puede resumir la situación en la Región de Murcia con una frase pronunciada por el hoy sospechoso diputado popular Juan Morales que dijo que tenían que «recalificar ese campo de lechugas porque Totana no tenía agua para regar por culpa de Zapatero». Juzguen ustedes mismos: el agua para tapar la corrupción. Y quien no lo quiera ver, allá él. Pero que no lo olvide nadie, quien la haya hecho, la va a pagar. Eso que nadie lo dude.

De aquí.

De la nada

Convocar una manifestación contra algo que no existe sólo puede tener dos explicaciones: o es producto de la paranoia esquizoide de sus promotores (algo de eso hay), o tiene la intención maquiavélica de fabricar de la nada aquello contra lo que se protesta. La cabalgata de ayer, sin diálogo con ETA y con el índice de detenidos más alto de la democracia, tiene esta segunda función proactiva de producir una realidad.

La estrategia comunicativa es muy del estilo episcopal: lanzar invectivas contra el demonio para hacerlo existir. Nada nuevo, por tanto, en la comunicación de la derecha, tan inspirada en los púlpitos milenarios, sin duda la mejor escuela de persuasión del mundo.

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+ aquí.

Inductores y cómplices necesarios

El dictador Franco tenía desarrolladas todas las virtudes del zorro y ninguna del león. Si bien Maquiavelo recomendó al Príncipe un equilibrio entre las dos, Franco en este aspecto estaba muy descompensado. La astucia, la suspicacia, el conocimiento de las flaquezas humanas y el instinto para tender toda clase de trampas eran su fuerte, pero no la nobleza, la magnanimidad, el orgullo y la fortaleza, el sentido del estado, la piedad y el perdón. Cuando cambiaba de gobierno, el dictador siempre se las arreglaba para que poco después hubiera un condenado a muerte. Era la forma de apoderarse de la conciencia de los nuevos ministros, puesto que estaban obligados a firmar solidariamente la sentencia capital en el consejo. Ningún ministro de Franco logró eludir semejante ignominia. Esta misma trampa tendió el dictador a la Iglesia cuando, terminada la guerra civil, comenzó a funcionar en España una metódica y exhautiva maquinaria de picar carne con decenas de miles de republicanos fusilados contra las tapias de los cementerios. Bastaba con que un cura párroco diera la cara por cualquiera de los condenados a muerte para que este salvara el pellejo. Si una autoridad eclesiástica decía a este no, automáticamente el agraciado por esta piedad clerical era apartado del camino del paredón, con lo cual el dictador de forma muy ladina metió a la Iglesia hasta el cuello en aquella carnicería al hacerla partícipe en ella por omisión, silencio, conformismo o miedo. Se dirá que durante la guerra hubo más de diez mil religiosos asesinados y que era una virtud heroica escapar del sentimiento de venganza. Muchos de aquellos mártires fueron arrastrados por una ciega espiral de violencia y habrían sido igualmente sacrificados aunque hubieran renegado de su fe, pero después algunos sacerdotes salvaron de la muerte a muchos republicanos simplemente testificando a su favor. Esos fueron los verdaderos héroes a los que había que beatificar. Por lo demás el dictador, exhibiendo la virtud del zorro y no la del león, logró trincar esta vez la conciencia de los ministros del Señor para hacerlos moralmente copartícipes por omisión en la terrible escabechina. De haber caído con gusto en esa trampa tiene la Iglesia que pedir perdón.

De aquí.

De indecentes, insensatos y farsantes

/…/  Locke lo sabía bien: «Como los hombres son parciales para consigo mismos, la pasión y la venganza pueden llevarlos a cometer excesos cuando juzguen apasionadamente su propia causa, y a tratar con negligencia y despreocupación las causas de los demás».

A veces hay que recordar cosas tan sabidas para recuperar el sentido común, que es precisamente el sentido que hemos perdido respecto de las víctimas del terrorismo y su presencia en la vida pública.

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Algunos /…/ han perdido también la decencia y se han lanzado directamente a la manipulación. Hasta tal punto que volveremos a ver que hay víctimas, reales o presuntas, y portavoces oficiales y oficiosos de víctimas, que se van a dar enseguida al noble ejercicio familiar de prestar los muertos a algún partido político para que los utilice como lema de campaña electoral. Sobre la estatura moral de este género de víctimas y portavoces mejor será callar. Hablemos, pues, de la otra parte de tan noble negocio: aquellos políticos que se apresuran a utilizarlas para arrojárselas a la cara al adversario.

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La actitud sectaria de esos dirigentes políticos o informadores mediáticos que alientan las manifestaciones de víctimas, invocan teatralmente su dolor y las incluyen entre las ofertas de su paquete electoral se sustenta, en efecto, en una estrategia indecente. Se supone que todos nos compadecemos de ellas y de la terrible injusticia que han sufrido, y pugnan así por erigirse en portavoces de una pasión colectiva que sus adversarios ignoran. Quienes no participan de ella son, simplemente, indeseables. No deben, pues, ser votados ni escuchados. Luego viene, naturalmente, el discurso subliminal del fariseo: ¡Gracias, Dios mío, por no haberme hecho como ellos!, y la conclusión implícita: ya sabéis a quién tenéis que votar. La víctima es así transformada inicuamente en un puro medio para la satisfacción de los intereses del partido o de la empresa mediática que le apoya. Y a la indecencia de ser tratada instrumentalmente por el terror se añade ahora la de ser tratada instrumentalmente por el político cínico o el informador mercenario.

Pero ésta es una estrategia que, además de inmoral, es también errónea. En primer lugar, porque no está escrito en ningún lugar que hayamos de compadecernos de ellos. Fue nada menos que Primo Levi quien escribió: «Sólo a los santos les está concedido el terrible don de la compasión hacia mucha gente… a nosotros no nos queda, en el mejor de los casos, sino la compasión intermitente dirigida a individuos singulares». Debemos aceptar que los sentimientos no se transmiten mediante leyes, proclamas electorales o informativos de encargo. Hay que admitir por ello que algunas víctimas no suscitan compasión alguna, y algunos portavoces de víctimas incluso resultan repugnantes. Parecen más bien farsantes metidos a políticos o políticos metidos a farsantes. He comprobado con sorpresa que éste es un sentimiento muy extendido. También entre algunas de las propias víctimas, a las que se ha visto haciendo ostentación grosera de su desdén hacia las que consideran de otro bando

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Es hora ya, por tanto, de que tracemos líneas claras que definan el lugar de las víctimas en nuestro espacio político y nuestro sistema legal. Y que sigamos la vieja sabiduría que nos sugiere que deben quedar excluidas del proceso de toma de decisiones. Las víctimas, por definición, no deben participar ni en la política legislativa, ni en la política criminal ni en la política penitenciaria. Eso por razones elementales de imparcialidad. Tampoco en el proceso electoral. Eso por razones de decencia. Las víctimas son simplemente personas heridas por un daño cruel que se produjo, entre otras cosas, porque el Estado con su violencia institucional no estaba allí para evitarlo. Deben, por tanto, ser compensadas por ello. En la medida en que sea posible, por el autor del daño; cuando no, por atenciones públicas de todo tipo.

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De aquí.

Cine

El perdón de los pecados

No sé si la declaración del obispo Ricardo Blázquez estaba pactada con sus compañeros de la Conferencia Episcopal Española (“probablemente… ante actuaciones concretas… debemos pedir perdón”. Eso, y poco más), aunque parece que pocos apoyos ha tenido su simulacro de arrepentimiento entre sus colegas. Pero si la Iglesia piensa que con esa farsa de disculpa ha confesado todos sus pecados, requisito imprescindible para optar al Paraíso, es que no tiene ni idea de lo que piensa media España, ni, lo que es peor, de cómo se las gasta el mal carácter de su dios vengativo.

Yo, que tengo once años de instrucción entre las faldas de las monjas y los curas, y que sé sobre dios tanto como ellos, es decir, nada absolutamente, todavía recuerdo el catecismo del padre Astete. Y allí se decía bien claro que para que te sean perdonados los pecados son necesarios cinco requisitos: examen de conciencia, contrición de corazón, propósito de la enmienda, confesión de boca y satisfacción de obra.

De los cinco, la Iglesia española no cumple ninguno, ni siquiera el de confesión de boca, porque lo dicho por Blázquez, más que una confesión de culpas es un ejercicio de historia a pie de página. La jerarquía eclesiástica española ni ha hecho examen de conciencia por haber participado activamente en el golpe de Estado del franquito, por colaborar en miles de sus asesinatos y en la represión de la larga postguerra, ni sus orgullosos purpurados se arrepienten de las fechorías de sus predecesores, ni, que se sepa, tienen el menor propósito de enmendarse, y, ni mucho menos, nos harán “ninguna satisfacción de obra”. Antes al contrario, en lugar de satisfacernos ellos a nosotros, siguen exigiendo del erario público (a través de ese 0,7% de la cuota íntegra del IRPF) que les paguemos por los servicios prestados, en vista de que sus fieles les son infieles.

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De aquí.

Chicago, una historia personal.

GRAN WYOMING

Como ex socio de un local de hostelería, no puedo sino manifestar mi asombro cuando las autoridades municipales afirman desconocer lo que ocurría en el Ayuntamiento de Madrid al destaparse la operación Guateque.

Esto de la operación Guateque viene de lejos, yo lo sufrí a principios de los noventa. Ha sido denunciado muchas veces y lo grave no sólo es que no se hiciera nada, sino que en algún caso, como el del concejal de Centro, señor Matanzo, su carrera ascendía paralela al número de denuncias. Algunos hosteleros creamos una asociación para defendernos del acoso municipal “discriminado”. Todos los locales de aquella asociación fueron cerrados, uno por uno. Incluso los que nunca habían tenido problemas. Se alegaron todo tipo de triquiñuelas. En el caso del clásico Elígeme, por ejemplo, la excusa fue la anchura de la calle, tema complicado de resolver. Los locales se volvían a abrir una vez traspasados: la anchura de la calle dejaba de ser un inconveniente.

Nosotros vivimos situaciones no de corrupción clandestina, sino propias del Chicago de los años veinte. Todo empezó cuando el gerente del Mercado Puerta de Toledo, donde teníamos el bar, nos dijo estupefacto que el concejal del distrito de Centro, señor Matanzo, me mandaba un mensaje: “Dile al Gullomin ese que le voy a cerrar el bar”. Comenzó un rosario de pleitos, cierres, aperturas, controles de alcoholemia en la puerta, redadas: un acoso municipal en regla para que cerráramos el local… ¿Por qué? El propio concejal tenía negocios de hostelería. Un amigo suyo abrió un bar en el mismo edificio y, mientras a nosotros nos prohibió las actuaciones alegando que aquel inmueble tenía licencia de mercado, él mismo
inauguró el otro local donde no sólo había actuaciones, sino que el grupo que tocaba allí era el que antes actuaba en nuestro bar, nuestro grupo: como en Chicago.

El concejal en cuestión aparecía por los bares amenazados borracho, en compañía de policías, en clara actitud provocadora. Yo no podía creer que en un Estado de Derecho este tipo de prácticas se llevaran a cabo con impunidad. Pues sí.

Mientras, nosotros continuábamos defendiéndonos de las denuncias que, con cualquier excusa, nos ponía el Ayuntamiento. Ganamos todos los pleitos. Finalmente, el acoso policial terminó por un hecho fortuito. Un día hubo un despliegue extraordinario de furgonetas de policía que entraron en la Puerta de Toledo, donde estaba ubicado el bar, con gran estrépito de sirenas y luces, como si fueran a detener a un terrorista internacional: venían a tomar nuestro local. Se dio la circunstancia de que ese día el local estaba cerrado por descanso. El ridículo fue tan grande que
el jefe de la operación gritó que estaba “hasta los cojones” de aquello y que no volvía más. En efecto, los policías no volvieron.

Las denuncias y cierres continuaron. El local fue perdiendo clientela. Al final, lo traspasamos.

Este señor concejal sólo fue cesado por el entonces alcalde de Madrid, don José María Álvarez del Manzano, porque votó contra los presupuestos que presentó su grupo municipal. Por lo demás, no tuvo el menor problema. Lo cesó, con lágrimas en los ojos, afirmando que era la decisión más dura y triste de toda su carrera política. Entonces fundó un partido con Inestrillas, también de centro.

Con respecto a las denuncias, no hay muchas, lógicamente. Algunas fueron retiradas porque los denunciantes sufrían amenazas y temían por su integridad física. A nosotros, el propio concejal nos dijo en una reunión que él estaba parando a los descargadores del mercado de la Cebada de Madrid, porque querían venir a destrozarnos el local cuando se
enteraron de que nos metíamos con él: Chicago.

En mi caso sufrí un acoso despreciable. Este señor se presentó en la Cope con un dossier falso y durante mucho tiempo en esa radio fueron desgranado datos difamatorios, como que mi padre tenía negocios ocultos con Joaquín Leguina y Juan Barranco de los que recibía cientos de millones de pesetas. De mí decían que trabajaba en Telemadrid porque, según habían descubierto, era hijo ilegítimo de Marcos Sanz, a la sazón director de la cadena, que tan sólo me sacaba cinco años. No era suficiente con tener un padre ladrón, tenía dos, el biológico y el adoptivo. Todo valía. Denuncié la difamación de la que era objeto. En el juicio, Encarna Sánchez, la que contaba el culebrón por la radio, alegó que las grabaciones aportadas las había hecho yo con imitadores. Su señoría sentenció que aquello eran críticas a las que cualquier artista está expuesto. Recurrí: hasta hoy. Si lo llego a saber, yo tampoco hubiera denunciado. Me supuso un sin fin de problemas, un importante gasto económico muy lejos de las posibilidades del ciudadano medio y ninguna satisfacción.

Para terminar, un apunte. Estuve en un cara a cara con este concejal del Partido Popular en un programa de Antena 3 que dirigía Luis Herrero. Al final del debate, el señor Matanzo sacó un artículo de Moncho Alpuente en el que éste decía que el problema del ayuntamiento se solucionaría si le hicieran un test psicológico al concejal. El señor Matanzo dijo, respondiendo al artículo: “A mí hay que mirarme la cabeza, pero no hay que mirarme el culo”. Con esas palabras terminó el debate y yo pensaba que su carrera política, puesto que estábamos en vísperas de elecciones. Subió muchos puestos en la lista, creo que se presentó como número dos, detrás del candidato a alcalde. Esa era la catadura moral e intelectual del Ayuntamiento de Madrid. ¿Qué más necesitaban saber los cargos del Ayuntamiento? Si quieren más información me tienen
a su entera disposición. Sin duda, saldrán todos los denunciantes que necesiten para estar debidamente informados si les garantizan, esta vez, que no corre peligro su integridad física. Así de triste.

Gran Wyoming es artista polifacético

De aquí.

Silla